Solo en apariencia
la noche es el paso de los astros
es también el recinto donde el cuerpo
convocado por algún residuo de pasiones
emite señales innegables.
Adusto rumor en la costilla,
clave y engranaje de los vínculos,
solo la noche, suspendida entre presagios,
es la que advierte el asedio
bajo el reposo de los párpados.
Noche abierta, entera en los fragmentos
concediendo al espacio de los días
divagaciones que exudan sortilegios.
Letras que son dados alternándose
deslizan su promesa por el reverso de las sábanas
cifrando la invención de algún relato presentido
ajeno y entrañable como el gesto
de meter los pies en los zapatos.
Entonces la mañana,
del principio al fin,
es un final de juego.
Diurno discurrir de la palabra
encontrando delicadas pulsaciones
disonancias atinadas,
existencia provisoria,
mortal, versátil, inconstante.
La amalgama que ocasione el poema,
no resultará de cierta gravidez nocturna
ni de las redes de alguna reflexión tortuosa.
Trascurrirá entre fluidos reverentes,
vaho profético siempre en movimiento
luz que tropieza o que se reconcilia
hasta albergarse en alguna presencia
que sin vacilación, se sacia.
© María Lanese
Muy bueno María.
ResponderEliminarImágenes y pensamientos muy bien dichos.
Poesía y luz "que sin vacilación, se sacia".
Alfredo Lemon desde Córdoba
Bellísimo, María ♥️ muchas gracias!!!
ResponderEliminarQué buena descripción sensitiva de la noche ...y la manaña. Abrazo, Inés Legarreta.
ResponderEliminar¡Hermosísimo!
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