-La
calma que pudo quedar.
Llueve,
la
lluvia se lleva la calma que pudo quedar.
La
suave luz,
cayendo,
jugando
con las sombras
sobre
el hermoso cuerpo desnudo.
El
jardín con sus verdes
entrando
por la puerta,
es
quien se avergüenza.
Una
explosión de brillos y aromas
se
vuelve la tarde.
Aroma
de colchón fatigado.
Las
mantas en el suelo.
El
hambre como una bendición.
Al
llegar sigilosamente entre los árboles,
la
noche los encuentra en encajados en un abrazo,
esforzándose
por alcanzar el breve lapso de eternidad.
En
donde se miente sobre el agua lo que no se dice;
lo
que se dice no se cree
y
es igual al rostro que porta la noche.
Entonces,
otra
vez el sol,
es
la madrugada corriendo los velos.
La
última magia,
en
los ojos con sueño del desayuno.
El
día se vuelve demasiado real,
lo
que se ve es y más.
Una
alabanza despojada de temores.
De
esos instantes,
en
una hora cualquiera,
en
la que el sol entrecierra los ojos,
me
deje arrastrar al río.
Me
refugie en él,
sentado
en su orilla,
me
sentí ser el mismo vértigo de la hoja,
que
desprendida del árbol cae al agua.
En
este río desemboco,
este
viento me cruza.
Abandonado
de todo impulso,
me
dejo transcurrir...
© Darío Würtz Paiva
ResponderEliminarQuè buen poema Darío
Gloria Calvo
Hermoso transcurrir...
ResponderEliminarMuy bello . Graciela Barbero
ResponderEliminar