Son bien conocidos los ardides de la noche
cuando arrinconada negocia sus deudas.
La última propuesta que me hizo
fue compartirme su colección
de carcazas de escarabajos, erosionadas
por las mínimas traficantes que surcan el
pasto
como hábiles fenicios.
-Podrías engarzarlas en un poema y venderlo
como un collar exótico, dijo.
Este es ahora el poema de los escarabajos,
un parque de pequeñas autopartes negras
valuado en pagarés y vales
intercambiables por horas de sueño.
© Fernando Raluy
Muy bueno, esplendente! Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarQue buen poema Fernando.
ResponderEliminarGracias.
Ana Romano.