En mi primera mudanza tenía cinco años.
Mi tía me regaló un oso de peluche. Corrió
unos pasos hasta la puerta y dijo que era para que no extrañara. Lo tuve bajo
mi almohada durante años y lo escondí como se esconde un talismán al crecer.
Treinta años después, en un acto ritual en que los jóvenes devoran a los
viejos, mi perro jugó con él hasta volverlo trozos de poliéster. Se acercó
hasta mí con la presa destripada en la boca y la dejó a mis pies.
© Pola Gómez Codina
Foto enviada por la autora
Me gustó!
ResponderEliminarA veces es difícil deshacerse de los objetos de la infancia. Muy bueno
ResponderEliminarGraciela Barbero
Duro y bello.
ResponderEliminar🫂
ResponderEliminarUn poema con dos mensajes muy bellos: la ternura y protección en la imagen de la tía y el sacudón que nos hace falta para decir estas en el presente.. y ahora me tenes a mi.. gracias. ♥️🦋
ResponderEliminarPrecioso como todo lo que escribis, Pola querida
ResponderEliminarLo poderoso y bello es el recuerdo de la amorosidad de la tía. El presente te muestra a tu compañero y un juguete que es sólo eso.
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