Hacíamos una casita
de arena
a la orilla del mar
juntábamos con las manos
arena húmeda
poníamos los montoncitos
uno sobre el otro
le dábamos palmadas
para que se afianzaran
el agua iba y venía
a veces cerca
a veces lejos
a veces comía
los bordes
decíamos que ahí
vivíamos
así
a la intemperie
en una casita de arena
que se deshace
con esmero
cuidábamos
que no se derrumbara
pero a la noche
el mar subía
y la borraba.
Al otro día volvíamos a hacerla.
Ese verano pasó
el barrio creció
crecieron las manos
las piernas crecieron.
Tuvimos
hijos
la intemperie sigue
el
mar no cesa
y después de cada día
cae la noche.
© Jorge L. Carranza
Hermoso y triste. Gracias
ResponderEliminarInmenso. Gracias por tu poesía, Jorge.
ResponderEliminarEl mar no cesa...abrazo
ResponderEliminarRomina R Silva
de eso se trata, Jorge. De construir.
ResponderEliminarUna belleza.
Abrazo inmenso
Gracias por la lectura... y los comentarios. Abrazo de corazón
ResponderEliminarGracias por la lectura... y los comentarios. Abrazo de corazón
ResponderEliminarAbrazo. Duele. Fabiana León
ResponderEliminarTan bonito esto que se mira. Un abrazo, Jorge.
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