Son asfalto, alcantarilla,
la hora misma que no espera.
Y estallan y son corazones abiertos
órganos esparcidos
huesos quemados, cenizas.
Ya no miran a su familia ni a sus amigos,
son carga transportada
desprovista de equipaje.
Son el último paisaje oscuro, espeso,
aún caliente que cae en algún lugar.
Mientras, siembran semillas sin paradas
absorbidas por los años dualistas.
La cosecha, subterránea y orgánica
alcanza para algunos estómagos,
las demás bocas, abiertas, esperan.
Sus voces finas preguntan a dónde ir.
Alas cálidas los cubren
mientras susurros entre países
clavan en postes
manos y pies.
A los susurros no les importa
la piedad ni el amor.
© Marcela García Ferré
Gracias por publicarme Gus! Un abrazo!
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