-Sin dejarnos ir del todo.
Fue una noche junto al río, -le dije-.
El agua estaba calma,
la arena de la playa tan suave bajo los
pies…
Y era hermoso verla reír con toda esa Luna,
con mi sombra sobre su piel.
Escaleras arriba nada.
Huyo de los lugares que habité y me
habitaron.
Cuando sale el sol,
siempre,
volvemos sobre nuestros pasos,
el cuero curtido, las manos piel de
abandono…
Las sirenas invaden la ciudad.
La ciudad lejana,
distante a aquel río, tan ajena a aquella
noche.
Estoy atrapado. Voluntario rehén de mí.
Ahora soy un río que me vuelve isla.
Naufrago en un mundo alucinado, irreal.
Voy perdiendo registro de quienes
estuvieron a mi lado.
Una leve sensación de ausencias, sin
rostros.
Como los sueños de la noche, se van
borrando,
queda la impresión de algo que fue bueno.
Peor aún,
amo este desierto que construyo para mí.
Desde un extremo del patio, me veo sentado,
fumando bajo el techo de caña.
No me asombra ser dos;
puede incluso que sea más de dos.
Vuelvo al río cada noche.
Pero el río ya no es el mismo. Yo tampoco.
Y en su orilla junto pedazos que perdí.
Con suma paciencia los coloco en su lugar.
Los acomodo para que no se noten las
fisuras.
Y nunca vuelvo a estar entero.
Él y yo nos reconocemos… sólo eso.
Y acá estamos, sin dejarnos ir del
todo.
© Darío Würtz Paiva
Bello poema👏👏👏
ResponderEliminarGloria Calvo
Graciass.
EliminarExtenso, roto y distinto como ese río. Muy bueno!
ResponderEliminarBesosss
Gracias por tus palabras. Aprovecho y te digo: me gusta mucho tu trabajo.
EliminarBello, no siempre somos los mismos, ni nos dejamos ir del todo
ResponderEliminarGraciela Barbero
Gracias por tu tiempo y la lectura.
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