28/10/23

Poema de Daniel Ruiz Rubini

 


SON ELLOS. MÍRALOS 

 

Aún regresan

con sus largos camisones manchados de sangre,

con los pies llagados

y una lanza clavada en el costado del dolor.

 

Son ellos. Míralos.

Son los muertos que olvidamos al borde de la historia

como un par de sandalias

o el cordón de unos zapatos viejos.

Son los muertos que se trizan

en la cómplice mudez de los testigos,

en las voces de las madres que los siguen invocando.

Son los muertos exiliados de la muerte

que aún escupen su epitafio

en nuestras pesadillas.

 

Son ellos. Míralos.

Cayeron escarchados

con el peso de un fusil.

Las metrallas diezmaron sus contornos

y las guerras vomitaron dinamita en sus pestañas.

Son los soldados

que se hundieron en el barro del combate.

Son ellos y retornan como un puñado de cruces.

Son ellos y reclaman sus álbumes sus ropas

la infancia desbandada en cada tiroteo

las migajas del pan que les robaron

y el abrazo final que nadie pudo darles.

 

Son ellos. Míralos.

Son los niños que murieron de lepra o neumonía.

Aún naufragan por desiertos

por selvas y aldeas miserables.

Aún el frío del hambre los carcome.

Porque no hubo trigo ni carne ni un grano de arroz

que evitara su caída en la ceguera de los pozos,

sus aullidos perforan la memoria

y no bastan los pañuelos  para secar sus lágrimas.

 

Son ellos. Míralos.

Son las víctimas del delito y la  crueldad:

los que fueron torturados por los dueños de los látigos,

los que fueron derretidos como el sebo de una vela,

los que pedían clemencia en las horas del tormento,

los que no tenían vocación de mártires.

Muchas manos no escribieron su tormento.

Muchas bocas sonrieron

y bajaron las persianas y los párpados.

 

Son ellos. Míralos.

Son los muertos escondidos

en oscuros matorrales.

Son las cautivas que aún sienten

el frío de las pinzas

en el cuenco de los ojos.

Son los hombres capturados

como liebres en la noche.

Son los infantes que temblaron

ante el grito del traidor..

Son los muertos que encontraron los linyeras

entre los excrementos y las moscas de un baldío.

Los cuervos continúan

picoteando en sus tobillos

y la culpa agujerea nuestras manos.

 

Son ellos. Míralos.

Ocultamos sus miradas

detrás de los retratos

pero ellos vuelven

tan atroces que revelan  nuestra propia atrocidad.

 

Sus vidas fueron cortadas de un hachazo

y  sus rostros golpearán los nuestros

hasta el día en que amanezca la justicia.

 

© Daniel Ruiz Rubini

Etiquetas:

1 comentarios:

Blogger Teresa Gerez ha dicho...

Hoy día de todas las almas, este poema me emocionó muchísimo. Mas aún, en un mundo en guerra. Abrazo, Daniel.
Teresa Gerez

2 de noviembre de 2023, 12:14  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio