POEMA AMERICANO (dedicado a Ernesto
Guevara)
Comandante: entre verdes te tumbaron la
sombra
pero tu luz, cantando, trepó al viento de
América.
Como te despeinó una bota la barba
y en las fotografías mirabas con fijeza,
circuló la noticia de que te habías muerto
-pobre de ellos- y entonces hubo saltos de
fiesta.
Un gerente se puso a ensartar mariposas,
un general sonrió de reojo a su
"sirvienta",
en Wall Street los dólares bailaron como
hoyuelos,
algún ejecutivo te deletreó tu nombre en su
agenda,
los que flamean látigos, dulcemente besaron
sus nudos, como un sátiro que olfateara una
trenza,
un marine volvió la cabeza hacia Cuba
y con ojos nostálgicos le palpó las caderas
y en Vietnam, un teniente, festejando, él
solito,
entre llamas de arroz se despachó una
aldea.
Se quedaron tan locos con tu mente oficial
que aún no te ven algunos, aun viéndote de
cerca.
Yo que soy para muchos un tipo macanudo,
no quiero mal a nadie, cuido una gata
vieja,
doy mi asiento a mujeres con niños en los
brazos,
prolijamente pago mis cuotas en las
tiendas,
compadezco a los chicos descalzos, si
manejo
vigilo los "silencio, hospital",
"despacio, escuela",
arrojo los papeles en esos recipientes
que la decencia urbana a puesto en las
veredas,
los domingos con sol hasta pinto una silla
o les traigo a los míos un postre por
sorpresa;
yo que soy comandante, un ciudadano probo,
que me limpio los dientes, me aliso la
conciencia,
y en la mesa de bar decía: -el país no
anda-,
me inquieto últimamente cuando tu nombre
truena.
Me pregunto si todo se lava con jabón,
siento ante un empresario una huraña
molestia,
paso a la defensiva frente a la Jefatura,
a los parientes ricos no mando más
tarjetas...
Total: que esta mañana me asaltaste los
versos
y me desparramaste la barba en un poema.
Tenía que nombrarte, Ernesto Che Guevara
y escucharte en las manos fluir como una
piedra
para romper los vidrios de las ruinas
lujosas
y a una lámpara pública darle entre ceja y
ceja.
Que en mis dedos se alarguen dedos que te
cortaron.
Hay que estrujar tu luz sobre el dolor de
América.
Esa luz que saltó de tu sombra acostada
y voló entre los bizcos balazos de la selva
y que hoy toca la sangre con sus alas
calientes
para que no se seque, para que humee y
hierva.
COMANDANTE: estos versos, claro, te quedan
chicos,
pero gritándolos tengo menos vergüenza.
© Osvaldo Guevara
Glorioso Osvaldo. Bravío poema épico. Superlativo! Abrazo grande, Alfredo Lemon
ResponderEliminarInmenso tu poema Osvaldo!!!
ResponderEliminarUn poema que define un tiempo, un sueño, un compromiso.
ResponderEliminarLa poesía de Osvaldo Guevara...única...un corazón que piensa y dice...gracias por tanto
ResponderEliminarEs un gran poema con un verso final que es el grito de todos los que amamos al. COMANDANTE. ❤️🦋Graciela Ballesteros
ResponderEliminarMaestro, tus poemas nos nutren.
ResponderEliminarTe abrazo, Osvaldo.
Gracias por tu voz única.
Claudia