No hay, no queda ni esa esquina ni la playa
pequeña con sus rocas. El sol naranja
marcaba el camino cuando ya casi
llegábamos. En su lugar nubarrones grises y
una lluvia que enturbia mis recuerdos.
Ellos guardan
ese amor ahora sucio y desteñido como
los charcos en la calle. Con rabia
bajo del auto y los piso. Una tormenta
acompaña
esa danza furiosa. Líbreme esta ceremonia
de los restos amorosos y me sea dado
continuar el viaje.
© Celina Feuerstein
Muy bueno Celina! Alfredo Lemon
ResponderEliminarMuchas gracias, Alfredo!
EliminarPrecioso, Celina.
ResponderEliminargracias
claudia tejeda
Gracias querida Claudia!
EliminarUn placer leerte mi querida poeta!! Abrazos litorales!
ResponderEliminarGracias, abrazote Sandra!
EliminarBello poema Celina. Lindo leerte siempre.
ResponderEliminarMaria Gabriela Micolaucich
Gracias y abrazo!!!
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