María, que se llamaba Magdalena,
de la que habían salido siete demonios.
Lucas 8, 2
soy una de las mujeres que lo miraban de
lejos
sigilosa lo seguía hasta los pórticos
yo
¿a las anchas de qué amor?
pregunta arqueada bajo mediodías
este sol que desgañita y mi deseo
de acompasar su silencio
agua surgida, venidera
presagio de pausa en mi dolor
el mejor mago de Egipto
pasó como una trama musical extendida
prolongando en cada cuerpo
la dulzura que aún dentro me suena
yo miraba
de lejos
y nada hubo más cerca
ese hombre y yo
mujer enferma de demonios y de agobios
escrita de nuevo
engendrada en el milagro inaugural
a orillas de lo enunciable
fundamental María
mi ya no oscurecido
yo
convocado
hurtado a esa nada
sacudido del remolino de siete muertes
que llevé durante años
estoy llorando
bajo su silencio
como pieles exhaustas
enhiestas torres cayeron
por las plazas y en esas palabras
que me gustaba repetir
los pórticos
y las parábolas
desbordaron
mis antiguos centros de lógica diáfana
su voz desconocida
cristal de otra
latido desencadenado
conjugó en el aire
las lágrimas de mi llanto
por primera vez
© Alicia Saliva
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