Ella, tenía tantas sombras
que le dolía la blusa.
Los pies descalzos a la hora de la siesta
en una vereda sin ecos.
Olor a ralladura de limón y flores.
Azahares en primavera,
almácigos con tomates.
Ella, sabía la magia del cuento para dormir
y la caricia sobre el pelo desparramado en
la almohada.
Sabía que petrushka era una marioneta rusa.
Sus manos perdieron tres soles,
la niebla se veía en su mirada.
Nacía flores para hacer memoria
y brisas
y versos de antaño.
Ella vuelve siempre
a la hora en que los ruidos
ya no dicen nada.
© Dana Fernández
Guisande
Qué precioso poema!!! Me emocionó...gracias gracias
ResponderEliminarBellisimo poema. ❤️🦋 Graciela Ballesteros
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