Con la lapicera dorada
de mi abuelo escribí:
Fui feliz aun estando en la guerra.
Entre disparo y disparo,
bebí el silencio y la luz del cielo.
Hoy que mis padres
batallan con sus males,
camino por la ancha avenida
repitiendo do fa la do fa la
de Spiegel im Spiegel de Arvo Pärt.
Los árboles quemados
arañan las nubes ceniza
y pujan por salir las débiles hojas.
Las ramas le ofrendan al cielo
los nidos de la tarde.
© Martín Raninqueo
Conmovedor poema. ❤️🦋 G. Ballesteros
ResponderEliminarHermoso tu poema Martin!
ResponderEliminarExacto tu poema nostálgico y musical Martín. "Las ramas le ofrendan al cielo/ los nidos de la tarde". Muy justa la ilustración de Gustavo. Gracias! Alfredo Lemon
ResponderEliminarHermosas imágenes y profundo sentido. Gracias Martín, y a Gustavo, siempre.
ResponderEliminarLlegan hasta lo más profundo estos versos!
ResponderEliminarQué poema hermoso, fuerte. Un abrazo!!
ResponderEliminarHermoso.
ResponderEliminarla realidad tan explìcita, me gustó mucho
ResponderEliminarSaludos
Anahí Duzevich Bezoz
Hermoso poema
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