ILUMINACIÓN
Una tarde
con mis veinte años
en un libro, Allen Ginsberg
contaba visiones.
Hablábamos de lo mismo
de esos instantes en los que comprendemos
todo,
nada nos hace falta, nada pendiente en la
batalla.
Ese año, lo recuerdo
era tan chica y sin embargo
podía tocar el infinito.
¿Qué es lo que distingue al que vive del
que muere,
al que sólo respira, sin moverse casi,
del que agota sus caminos andando?
Allen Ginsberg lo sabía
dictó mi sentencia
me dijo “ya estás lista”
y yo
que volvía del Asia
donde había visto tantos dioses
le creí.
Prendí unas velas
estiré mi cuerpo en la sábana
y cerré mis ojos
para siempre.
Así debió ser quizás
mi último día
(así quiero que sea
cuando despierte).
© María Casiraghi
Maravilla la percepción/ revelación que describe tu poema. No es poco creerle al padre de los beats!. Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarHermoso María, gracias, Irene.
ResponderEliminarBuen poema que se refiere con profundidad a la omnipotencia de la juventud, "era tan chica y sin embargo/ podía tocar el infinito", y al poder de la literatura.
ResponderEliminarMaravilloso trabajo. Griselda Rulfo
ResponderEliminarEs un trozo de vida ese poema. Late.Gracias
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