SILENCIO FRUTAL
Todo beso bien puesto aturde
a las jirafas del edén,
un cachete bien acariciado
asusta a las estrellas,
mosquitos que submarinizan.
La caricia regiamente acariciada,
ni viscosa, ni suelta,
ni mamenga, ni en puntitas de pie,
acariciada con talento azul
y con ángel pocolento, provoca
si no una maraña celestial
a rastrón de la vida,
un silencio frutal impresionante,
un vacío mujeriego
tal que sube
a la lluvia por las piernas
y, pobre, desbarranca en horizonte
la medusa del aire.
En fin, si quiero
redondear este cariño,
todo toqueteo de jardín,
todo mimo fantástico y sensual
en tiempo y forma,
con justa proporción de raíz y de vuelo,
con babosa lentitud de caracol calcomanía
y aérea y lírica y tibia
velocidad de nube florada,
no tiene perdón de Dios,
por eso hay que hacerlo.
© Martín Pucheta
Me encanta como escribe Martín, tuve oportunidad de leer poemas suyos en el taller de Darío Oliva. El uso particular y el sentido de cada palabra, como el rumor de agua sin hablar de agua. una belleza. Nora Quiroga
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