Poema de María Soledad Gutierrez Eguía
ENSUEÑO
En tu vientre reposa el agua, vertiente no,
un refulgir de tus pupilas crisálidas.
Bastó un aleteo y cambió el mundo, ¿cambió?
Cuando tus ojos supieron ver con la mirada
antigua del rojo en las mejillas;
de la jaula que no es jaula; y la semilla
amanecida en el canto donde nacen
las casas que te habitan. No cedas al
rostro, al que te mira la vida.
Es el tiempo del violín para oficiar la luz
y de la abolición de las horas sucesivas.
Y aquella mirada que mira mirar, ha
enceguecido tus ojos de tanto abismo.
“Ella está ciega”. No oigas. No, a tientas.
No, aún. No, con boca de trampa. No reclames;
no en torno a tus huesos.
No ahora, no siempre en el subsuelo.
No hacia el fondo, o sí, más al fondo del
fondo.
Escena blanca y un soplo. Espejando la
ventana; un soplo.
“Solo continúa aleteando aquello preparado
para partir”.
La migración de ti en lo que ves que ven
todos, y es, en todos.
Mantenerse en pie implica el esfuerzo de
medir el soborno en la inmovilidad.
Y el invierno que se yergue en lo que
permanece desnudo y grita,
desde el principio del mundo.
¿Dónde reside lo real cuando el ensueño y
sus visiones han decantado
la sombra? Esta se restituye —reloj de
arena— en lo sucesivo.
El coro insepulto de las apariciones corta
el hilo del exilio.
El mismo que estranguló en la vigilia un
puñado de niebla; que profanó con sus nudos de música la soluble sustancia en
tus entrañas de sal.
Y este sol de ayer que olvidó el día, y el
remoto revés del cielo
extendiendo la punta del ovillo que aferras
consagrada al esfuerzo de respirar.
Y ese puente que se extiende desde el
discernimiento
hasta lo profuso del instinto, el mismo, el
mediador, entre la sentencia
y el amparo.
Y la infancia que te avienta al charco
donde bebe el pájaro;
sus alas cortan el brazo del humedal, vuela
hacia la desesperanza.
Pero tus ojos insisten en contemplar el
final, porque aún no entienden
que al otro lado de la noche el último
llamado devoró la luz.
“Una niña aúlla hasta arrancarse los ojos”.
© María Soledad Gutierrez Eguía
Etiquetas: María Soledad Gutierrez Eguía
3 comentarios:
Gracias Gustavo.
Beso grande.
Precioso María Soledad!!
Muchas gracias querida Susana.
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