Estuve solo, Padre. Mi niñez era un barco
con puertos circulares y un perfume a cedro en San José (¿Él, era mi otro
padre?)
Yo jugaba a los cucos con mi sombra
escondida. ¿Qué oración en mi boca para nombrar la rosa? ¿El shama? ¿La ofrenda de mis manos en las
calles soleadas de Nazaret y el mercado a las puertas de Jerusalén, los encantadores
de serpientes, las semillas de trigo germinando en la lluvia y la danza mas
dulce de la mujer de sándalo?
“Ahí tienes a tu Madre”¿Por qué frente a
mis ojos que van turbios y solos?
Apiádate de mí. No repitas tu miedo en mi
dolor.
Deja de escarbar en estos huesos que el
viento va llevando.
© Hugo Francisco Rivella
Poemazo! Tu voz reza y reclama desde las enseñanzas profundas del pastor de Galilea. El viento pisotea nuestros días con sus caballos salvajes... Te abrazo grande. Alfredo Lemon
ResponderEliminarMuy bueno!
ResponderEliminarSusana Giraudo