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26/5/23

Poema de Analía Rita Giordanino

 


Cuevas

 

Aire, ramas mecen,

una avispa vuela zumbona,

algunas moscas.

Lo que la corriente térmica eleva

tiene alas.

Los escucho en el buche de la roca.

Para entrar

mis compañeros de ascenso

se arrastraron seis metros

paralelos al piso

en posición hombre araña.

Del otro lado la amígdala se abre,

hay aire fresco y paisaje.

 

Antes dimos las ofrendas

al túmulo que custodia.

En la entrada caracoles,

plantas serigrafiadas

con la sal del mar.

Pensé en Moisés cruzando

el lecho seco

el mar comiendo

las colinas de la huida.

El aire huele antiguo

y todo es seco menos

la saliva de la boca.

Dijo el guía que adentro

de esta caverna macho

hay pisadas de dinosaurios.

Se escuchan las voces del grupo

apagadas por la piedra.

Después de un rato los oigo volver.

Vienen cansados, respiran hondo.

Sacaron muchas fotografías.

 

La otra cueva es femenina.

Se entra a pie y un poco trepando.

Entramos con velas encendidas.

Adentro de la panza no hay nada.

Cuando digo nada quiero decir

que apagamos las velas

y nos detuvimos muteados,

ciegos como murciélagos.

 

Pulmón mínimo.

Corteza abierta.

Cuando estás in útero estás solo.

 

Después de un rato salimos.

Descendimos el camino llano.

Cada roca hizo

de contención a los pasos.

Al llegar nos despedimos.

No hay hermandad que dure tanto

pero a veces es preciso

es precioso

recordarla.

 

© Analía Rita Giordanino

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