Poema de Hugo Francisco Rivella
Estuve solo, Padre. Mi niñez era un barco
con puertos circulares y un perfume a cedro en San José (¿Él, era mi otro
padre?)
Yo jugaba a los cucos con mi sombra
escondida. ¿Qué oración en mi boca para nombrar la rosa? ¿El shama? ¿La ofrenda de mis manos en las
calles soleadas de Nazaret y el mercado a las puertas de Jerusalén, los encantadores
de serpientes, las semillas de trigo germinando en la lluvia y la danza mas
dulce de la mujer de sándalo?
“Ahí tienes a tu Madre”¿Por qué frente a
mis ojos que van turbios y solos?
Apiádate de mí. No repitas tu miedo en mi
dolor.
Deja de escarbar en estos huesos que el
viento va llevando.
© Hugo Francisco Rivella
Etiquetas: Hugo Francisco Rivella
2 comentarios:
Poemazo! Tu voz reza y reclama desde las enseñanzas profundas del pastor de Galilea. El viento pisotea nuestros días con sus caballos salvajes... Te abrazo grande. Alfredo Lemon
Muy bueno!
Susana Giraudo
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio