MELINCUÉ
( A Mireille, 1956)
No era el mar
sino una laguna
de agua salada
y con yodo,
perdida
como si fuera
el océano
en medio de la llanura
que alguna vez
habitaron los pampas.
Nosotras dos
apenas
si sabíamos
algo de esa historia
o la del hotel
ahora en ruinas
adónde iba la oligarquía,
al que veíamos asomar
lejos,
sobre la superficie de una isla.
Sólo queríamos nadar
respirando
el suave soplo de la brisa
que acariciaba los pastizales
mientras oíamos
el bullicio incesante
de las gaviotas.
Después de bracear
durante horas
cuando ya caía la tarde,
ebrias de sol
y rojas como cangrejos
dejábamos atrás la laguna
y el canto de los pájaros.
Entonces,
tomábamos el colectivo
que nos llevaba a Casilda
observando agotadas
desde la lejanía
el precioso plumaje rosa
de los flamencos
junto a la blanca figura
de los patos
y regresábamos a nuestras casas.
© Lydia Helander
Preciosor !!! Mir Venezia
ResponderEliminarPreciosa descripción de ese paisaje, de ese recuerdo. Alfredo Lemon
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