Un relincho en el silencio de esta aurora
me torna vuelo hacia el acorde que
engendra mis huesos.
Bailo los sonidos ahogados en esta
duermevela. Susurro aquel canto que
alguna vez me fue dado en un silencio
similar que remeda cuando emergió el
sonido.
Se organiza mi cuerpo en resonancia.
Cada órgano es la nota de alguna escala.
Descubrirse entre las infinitas cuerdas que
pulsan aquellas exhalaciones.
Me encuentro en el canto que no puede ser
escuchado mientras bautizan el día los
pájaros
con sus trinos, ronronean los gatos su
alimento
diario, e infinidad de insectos colaboran
para que la Tierra dance en la fiesta del
Universo
que se ofrece en búsqueda de consorte.
© Daniel Viola
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