Nadamos dentro del placer,
del útero materno,
del mar que nos conmueve.
Crecemos rodeados de aguas fervorosas, dulces, corrosivas,
y creemos haber aprendido lo suficiente y necesario
para no ser infieles
mezquinos
miserables.
Pues "el agua lava todo lo que toca" cuando reconoce intensidad
y cierto grado, de noble y justa perseverancia.
Pero...a veces no.
A veces...no.
© Marta Comelli
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