La casa de la calle Bouchard
Las tías de mi madre se fueron a morir,
justo cuando empezaban a intrigarnos
las cosas que los grandes
nombraban entre dientes.
Días enteros, las habíamos visto
ovillar de la lengua a la lana
con paciencia infinita.
Una tía soltera no llega a vieja
sin una historia colgando de la enagua:
puntillas al crochet,
los bordados difíciles
cuando la noche es una flor a punto de
estallar,
inmaculada para el novio
que se murió en las sierras antes de
curarse.
Solterona, decía mi mamá,
y yo me imaginaba un camisón de mangas
largas,
con el canesú alto
sobre la jaula de los huesos
© Estela Zanlungo
extraordinario este poema Estela, recreás los finales de los 50, al menos los míos gracias
ResponderEliminarPoética historia, gracias. abrazo
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