Vi llover a cántaros un tipo.
De antemano.
Por un amor, decía.
Que la vida es un secador de pelos.
Que era al revés del mundo.
¿Viste cuando se te va un viento?
Bueno, eso.
Con sus grandes
ojos
fijos.
Chorrea sangre,
de otro,
de algún otro,
de alguien que acaba de morir en otro lado.
De un pobre diablo que acaba de morir en
otro lado.
Que ya no tiene tórax,
que tiene la cara partida en dos,
como un pocillo roto,
cuyos únicos dos bolillones marrones
lloraron como diluvio universal.
Es que se quedó más solo que tipo llorando,
titilando ahí,
en el medio de la nada.
Cuando lloramos siempre estamos solos.
¿Por qué dije otro?
Claro, la consigna de autoconservación.
¿Por qué lloraste la primera vez que
mataste a alguien?
Estabas acurrucando el triángulo que
formaba el cadáver,
después corriste hasta vomitar,
vomitaste justo la vereda del muerto.
¿Dónde compraste esos circulitos
transparentes
que ruedan por tu rostro?
© Elián Del Mestre
No hay comentarios:
Publicar un comentario