Joven a su amante adulta
Me costaba al principio
entender tus manías,
ese bolso gigante,
tu casa-caracol
como vos lo llamabas.
Yo quería impresionarte
con mi causa anti-Borges,
y vos perfeccionabas
el don de la distancia.
Después lo comprendí:
sin tu ritual los puntos
que parecían tan secos
se reabrirían.
Cuando al fin descifré
qué pomada pasarte
en cada pliegue,
dijiste: Hasta acá.
Que cada uno regrese
a su propio intento
de revuelta.
© Daniela Camozzi
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