Nube Treinta y Cuatro
I
Apenas la voracidad de las palabras
algún desencuentro, una revolución fallida.
Protégeme de ti, amor mío,
del loco bustrofedón de tus palabras.
Protégeme de ti, amor mío.
Resguárdame de los ruidos del cielo
entre las nubes más antojadizas.
II
Protégeme de ti, amor mío,
en los almuerzos muertos con cuchillos a la
francesa,
en los fogonazos del impertérrito
ciberespacio.
Protégeme de ti, amor mío.
Cuídame de los espejos infelices con su
impecable silencio,
abandonados en el desván más alto del
corazón.
© Ricardo Rojas Ayrala
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