Hipocondríaca
Su cuerpo está repleto
de aire, no se da cuenta,
al órgano que acusa
se lo extirparon hace
ya muchos años, cómo
podría dolerle aún.
Cuando calla esa voz
altisonante,
mientras me limpio el gel
de la panza yo empiezo
un diálogo que sí
me importa:
aire, ausencia: perdón.
Si vuelvo a este lugar,
si sigo sometiéndome
a estos procedimientos
y me obligo a escuchar
a un necio así, es para
ver su hueco en la pantalla
y llevarme su foto,
para quedarme en
una esquina cualquiera
mirando su contorno
entre la gente.
El informe, ya sé,
va a salir “bien”.
Ellos no tienen ojos
ni palabras
en su estúpido mundo
más que para notar
las formas adecuadas.
© Daniela Camozzi
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