QUISE ENHEBRAR EL OJO DEL CALAMAR
no tenía claro si la tinta era sangre o
sólo tinta
como cuando se corre lo que escribo y se
mancha,
como cuando lastima
los puntos en la herida cuando se va
secando el poema
¿cuántos puntos o versos
hasta que se alivia lo incurable?
tenía ocho años y extendía sobre la mesa el
cuerpo
flexible, tendida en la bandeja
de aluminio reluciente espejo
mi imagen, el bisturí
un tallo plateado entre los dedos
las suaves membranas de la piel
los tentáculos salinos
tan húmedos y sus cráteres rosados,
quería lamerlos y ensuciarme los labios
y las manos con su jugo
azul o negro, probar
su rigidez con mi lengua
yo escribo porque duele y la pluma se
desborda
pero si fuera sangre, ¿qué pasaría?
¿o acaso no es sangre lo que se enfría y se
va
tornando oscuro, escritura
debajo de la terca paciencia de un cadáver?
© Melisa Mauriño
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