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4/6/22

Poema de Lydia Helander

 


DESPOSEÍDOS


Dicen que al morir

un tehuelche,

aquellos

que lo sobreviven

cambian el nombre

de sus cosas.

No importa

si todo lo que tuvo

fue sólo el quillango,

su perro,

algún cuchillo,

las piedras oscuras

de sus flechas

y el aullido

del viento.

No importa

si el quillango

le dio abrigo,

su perro

compañía,

o usó el cuchillo 

inocente,

para trozar

el alimento,

ni si las piedras oscuras

de sus flechas

le sirvieron

como estoica defensa.

Allí,

en esa ventolera

donde el mundo

parece desaparecer

y es vuelto a crear

como el Tehuelche

una y otra vez.

 

© Lydia Helander

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