Entre tules y sombra la palabra que no nos
dijimos
el grano de sal
están mi madre y un amante y un niño
perdido
sentados a la orilla de una nube morada
como si se conocieran de mucho tiempo
y de la nada
hondura de la sangre / jaula de los otoños
De la boca se le escapan hierros / lágrimas
grandes/ cascotes
crece una tela blanca la tela de las vendas
llega hasta el mármol-barro y se rompe
como si fuera lluvia
como si vistiera
y desvistiera
en sudario
el cuerpo
y el grito
otra vez.
© Inés Legarreta
La ternura a la que nos acostumbró Inés. ¡Gracias, poeta!
ResponderEliminarContundente, sugiere mucho, gracias Inés! Alfredo Lemon
ResponderEliminargracias un abrazo en la palabra y el afecto
ResponderEliminaralba
Muy buen poema. Sugerente.
ResponderEliminarAna Romano.
Precioso, Inés, un poema que se va haciendo silencio y, a la vez, permanece! Paula Novoa
ResponderEliminarMuchas gracias, amigos y amigas, por los comentarios. Abrazo, Inés.
ResponderEliminarEsas viejas heridas que no curan, "otra vez". Un abrazo, querida Inés. Elena S. Eyheremendy
ResponderEliminarInés, me gusta mucho este poema yhay palabras y frases que me embelesan, un abrazo!!
ResponderEliminarBellísimo poema, Inés. Voces enlazadas en jaulas de otoño, mientras la lluvia grita otra vez. Felicitaciones con abrazo desde Mar del Plata.
ResponderEliminarGracias, Susana , Elena y Olga, por los comentarios. Abrazo. Inés
ResponderEliminarHermoso poema!. Abrazos Inés
ResponderEliminarLeonor Mauvecin