Donante a su extraccionista
Manejás una aguja colchonera,
el mismo ojo abismal de la que uso
para que mi visión deshecha pueda
descansar algo. Así vine hasta acá,
sin nitidez, en un impulso que
quizá es tardío, te explico, y en lugar
de una voz amigable, oigo un rugido:
abra y cierre la mano,
no hable, solo bombee.
Y me convierto en un
corazón arrítmico.
Pero no esconderé
la pena en el silencio
como hacen los otros.
Fingiendo que esta entrega
es un trámite más.
© Daniela Camozzi
Muy bien escrito, poetizar esa instancia y hacerla conciencia estética, me encantó. Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarAplausos! Adelante!
ResponderEliminarMuy bueno: el bombeo de la sangre, la agresión y lo no dicho. Abrazo, Inés Legarreta.
ResponderEliminarMuy bueno Daniela!!!!
ResponderEliminar