Mi padre era un trabajador. Una mañana, en la primavera de 1987, se fue como todos los días. Pocos días después desapareció. Nadie supo bien qué pasó. Tal vez el mar. El cuerpo de mi padre muerto estuvo allí, en el mar, tirado por varios días, varias semanas. Nadie supo bien qué pasó. Como suele suceder. Desde entonces odio las muertes, las esperas y, sobre todo, los ojos que no quieren mirar.
© Jorge Curinao
Conciso y terrible,como lo que describe.
ResponderEliminarTan doloroso como bello. Gracias; Jorge!
ResponderEliminarTan doloroso como bello! Gracias; Jorge! Jime Cano
ResponderEliminartan inmenso poeta, con tus ojos de mirar
ResponderEliminarabrazo
claudia
Aplausos!!
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