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14/5/22

Poema de Sabrina Barrego

 


USTED NUNCA HA PARIDO,

no conoce

el filo de los machetes,

no ha sentido

la serpiente de agua,

nunca se ha levantado

de un charco de sangre amada,

señor.

Fui yo quien cruzó el zanjón.

No me cuidé de víboras

ni de nadie.

Un día en que dormía yo

y mi alma,

esa que adentro ya no llevo

dormida, supe caer herida

en brazos del animal

(mientras su pelaje

aceitoso y lacio desprendía

un olor nauseabundo,

de sus cuernos retorcidos

tomé mis aros de plata).

Fui yo quien abandonó,

a la inversa no fue.

Nada

no dijeron,

ni los vientos,

ni los dioses

de los cuatro rumbos

enojados ,

ni el fuego,

ni cada uno

de todos esos

que fui cruzando.

Una cruz de sal

debió haber habido

marcando el lugar que no vi,

como un tatuaje en la tierra.

Nada no dijeron ellos,

ni las madres de varones

(como nada no dijo el agua

cuando cada vez en ella

me zambullía).

Durmieron,

se echaron a dormir

en su sombra de algarrobas,

confiados, muertos de risa

clamando por un viento

mensajero y maldito,

dejando que nada

no diga yo tampoco.

 

No señor,

usted nunca ha parido,

no se ha abierto y cerrado

su corazón

el tiempo necesario

de odiar y de querer.

No.

NO META LA MANO TAN ADENTRO

que ahí tengo los machetes

que aprietan más que los hombres,

que tengo un bebé dormido.

Y usted no pasó la noche

en la guata de la serpiente,

usted no conoce el río.

 

© Sabrina Barrego

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