USTED NUNCA HA PARIDO,
no conoce
el filo de los machetes,
no ha sentido
la serpiente de agua,
nunca se ha levantado
de un charco de sangre amada,
señor.
Fui yo quien cruzó el zanjón.
No me cuidé de víboras
ni de nadie.
Un día en que dormía yo
y mi alma,
esa que adentro ya no llevo
dormida, supe caer herida
en brazos del animal
(mientras su pelaje
aceitoso y lacio desprendía
un olor nauseabundo,
de sus cuernos retorcidos
tomé mis aros de plata).
Fui yo quien abandonó,
a la inversa no fue.
Nada
no dijeron,
ni los vientos,
ni los dioses
de los cuatro rumbos
enojados ,
ni el fuego,
ni cada uno
de todos esos
que fui cruzando.
Una cruz de sal
debió haber habido
marcando el lugar que no vi,
como un tatuaje en la tierra.
Nada no dijeron ellos,
ni las madres de varones
(como nada no dijo el agua
cuando cada vez en ella
me zambullía).
Durmieron,
se echaron a dormir
en su sombra de algarrobas,
confiados, muertos de risa
clamando por un viento
mensajero y maldito,
dejando que nada
no diga yo tampoco.
No señor,
usted nunca ha parido,
no se ha abierto y cerrado
su corazón
el tiempo necesario
de odiar y de querer.
No.
NO META LA MANO TAN ADENTRO
que ahí tengo los machetes
que aprietan más que los hombres,
que tengo un bebé dormido.
Y usted no pasó la noche
en la guata de la serpiente,
usted no conoce el río.
© Sabrina Barrego
Muy bueno el poema Sabrina, intenso y tenaz
ResponderEliminarBestial!Muy enorme!
ResponderEliminarArrollador, arrasador poema. Tu poesía hace que emerjan emociones muy fuertes. ¡Gracias!
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