Broncoespasmo
Mi hija es un mundo aparte,
lleva
países recortados en la espalda,
la negación del propio,
incluido su lenguaje.
Cuando era un bebé, solo reía
raíz pivotante y pasto verde
cantándole a los animales
como si los prefiriera
por sobre las personas.
En la adolescencia quería
parecerse a mí,
le enseñé a plancharse el pelo
con cuidado de no quemarse.
Usaba mi ropa y comía
grandes cantidades de cereal
mientras escribía nombres
propios
en la superficie de un cráneo
que compartía con sus compañeros
de estudio.
Algunas noches, la tristeza
o el vacío llegan a mí
con rumor de broncoespasmo.
Yo la abrazo, apoyo mi mano
en el vapor de su garganta,
algo intangible, una pérdida
de aire entre los pequeños dientes
como barcos en la deriva del ahogo.
Observo la cabeza de mi hija
entre mis brazos mucho antes
de que la guerra separara
de su familia a los combatientes.
¿Cómo vas a comprenderla
si ni siquiera comprendés la vida?,
le respondió Confucio a Chi-lu
cuando quiso preguntar
sobre la muerte.
a Luz María
© Roxana Palacios
David Sorbille dijo...
ResponderEliminarUn poema genial, Roxana!! Te felicito!! Un abrazo
Roxana, tu.poema es precioso cofre que encierra sentimientos profundos y la perplejidad humana ante los misterios de la vida y de la muerte. Gracias por compartir, muy bello.
ResponderEliminarBellísimo, Ro. Lo sentí en el cuerpo.
ResponderEliminarToda la belleza. La maternidad, el amor, la vida en que por cierto la muerte cabe. ¡Gracias!
ResponderEliminarRo, me emocionó tu poema, maravilloso.
ResponderEliminarAbrazos
Elisabet