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22/4/22

Texto de Verónica Pérez Arango

 


Entra a la habitación una enfermera alta y morena que desenvuelve su pelo como un puñado de cintas de pana que caen al piso. Parece una diosa orillera. Te hace chistes y te molesta, lanza flechas, bromas sobre tu cuerpo que ahora es suyo: lo agarra con las pinzas de su lengua, lo amasa y lo celebra con cables e inyecciones. Te da en la boca, con una jeringa, un líquido para que puedas hacer caca. La jeringa es un minúsculo picaflor translúcido del Amazonas, el pico de aguja afilado y amargo. Después la diosa cubre tu nariz con un caparazón de nácar y te deja ahí solo y respirando, entregado a la flotación de espuma de las sábanas.

 

© Verónica Pérez Arango

2 comentarios:

  1. Excelente. Al leerlo el interés no decae, muy bien expresado con metáforas e imágenes. Se palpita. Gracias! Alfredo Lemon

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  2. De cuántas...
    la fuerza y poder de la imaginación, o de la creación, nos ha salvado. Magnífico.

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