Esa mujer allí. De alfarero el intento de
modelar el tiempo,
el destino de sus pechos en mí.
Desvariaba en la palabra amor mientras
agonizaba, Padre,
la niebla
engaña al tiempo y el tiempo me supura.
Quiero ser lo que fui, un Hombre con sus
muelas y el polvo de su rostro,
el vino en las cantinas, la canción en el
trigo y yo amando su boca,
los ojos de María, su pelo en el
crepúsculo…
Padre, muero como un hombre, enamorado al fin enamorado,
muero entre lo que soy y lo que niego.
© Hugo Francisco Rivella
Precioso Hugo, gracias.
ResponderEliminarMaria Gabriela Micolaucich
Qué poema. Entre ensoñación y realidad. Misterioso y vital. Me encanta. Edda
ResponderEliminarBravo Hugo, siempre tu poesía es un estímulo para la reflexión y el sentir profundo. Te abrazo grande! Gracias, Alfredo Lemon
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