El viento desfigura la parte visible del
cielo. Extrañamente, los árboles permanecen quietos. Desde lo alto, las
cotorras imponen su sonoridad hasta que se alejan. Quedan los sonidos más
sutiles del atardecer. El privilegio de estar viva también es escuchar. La
naturaleza casi nunca calla.
© Valeria Cervero
Vale, preciosa postal que recuerda esos atardeceres en un parque cuando uno eleva la mirada. Simple y bello. Me encantó "las cotorras imponen su sonoridad"
ResponderEliminarAbrazo.