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2/3/22

Texto de Eleonora Requena

 


 

Esther amolda su cabeza a la almohada, al vértigo que trae roces, máscaras, sonríe, aún puede esquivar la acritud, las liebres de la medianía saltan sobre polvos, un fósforo se enciende, el borde del sueño abre sus portones, un nombre se hace rostro, posibilidad, una palabra desata otras que hacen reveses. Si tomara un lápiz garabatearía alguna frase, pero ya es muy tarde, tordos picotean sus raíces, las enjundias le han tomado el cuerpo, se confía a la memoria y duerme.

 

© Eleonora Requena

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