Paseo Yugoeslavo
Subís el borde
de una escalera precaria
que da a una calle de otro barrio
al que no fuimos.
No hay fotos de ese día, como si de pronto
viviéramos ahí, abandonados
a nuestra condición
entre el mar, las gaviotas y su hambre,
las cabezas decapitadas de los peces
que vuelan de los barcos a la orilla y
sin tocar la arena se desintegran
entre las alas sucias y los picos.
Podríamos vivir así, te digo y te reís
pero pienso, verdaderamente pienso
que podríamos vivir así
durmiendo en el cemento cálido, protegidos
del frío de las gotas heladas
que rompen contra el muelle
saboreando las horas de la siesta:
una fruta jugosa y dulce que rebalsa en la
boca.
Miento cuando digo
que me asustan estos días
donde nos quedamos con lo justo y lo
preciso.
Quiero retener este recuerdo, anclar en
este instante
guardarlo para siempre en la parte salvaje
del corazón.
Podríamos vivir así te digo, otra vez, con
insistencia
para que lo escuches y lo creas
para despertar el ansia que ahora sube
como un fuego descarado que nada podrá
detener.
Es
tarde.
Caminamos otro rato: el puente, la plaza,
el cerro iluminado, la esquina de un bar.
Abrazados, nos atamos a una forma
tranquila del amor.
No hay fotos de ese día.
© Flor Defelippe
Ay, me encantó!
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