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9/1/22

Poema de Hernán Jaeggi

 


 

Desde niño supe

lo que era tragarse

el sapo.

Sin asco

ahogando el gemido

de esa esponja

que brama.

Por cada sapo

tragado,

poética figura

de una ejercitada

virtud

-la de tragar-

recibía una

moneda

de cinco

centavos.

 

Esos cinco

centavos

eran mi entrada

a la selva de Tarzán

o al planeta Mongo.

 

¡Madre mía, qué feliz

se puede ser con

cinco centavos!

 

© Hernán Jaeggi

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