Te levantas a la madrugada:
ves correr la vida por las calles de la
ciudad.
Pasan automóviles y motocicletas,
se deslizan por el asfalto
como ágiles cascarudos de hierro
que van cargando muertes.
La gente se dirige a cumplir
con sus obligaciones materiales,
y el sol de la mañana
asoma entre las nubes extraviadas
por las primeras luces.
Más al centro el bullicio aprieta play:
se mueven los relojes
y el latir de rostros incesantes,
apurados por hacer las compras
en el súper recién abierto.
Alrededor de la plaza
la gente se arremolina
como soldados que se aprestan
para la guerra inminente.
Son como hormigas
que pelean por el azúcar
que se desparrama en el viento.
Al mediodía la máquina
detiene su marcha un instante,
y los pasajeros del último tren
descienden, y se alejan
como sombras irreconciliables.
Regresas a tu casa.
Se siente un olor a fritura
que te hace doler el estómago.
Seguro es en los vecinos.
© Aníbal Costilla
Muy buena descripción Aníbal. Lo urbano cotidiano/vivencial emerge de tus metáforas e imágenes certeras hasta puntualizarse en lo íntimo. Y muy justa la ilustración de Gustavo. Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura, querido Alfredo. Un abrazo grande.
ResponderEliminarAníbal