La rutina de empezar de nuevo nos salpica
una y otra y tanta y cada vez que nos impone el dolor de lo absoluto, de que
ahora no queden curvas detenidas, de que no haya esperas, el dolor de que no
haya descanso, de que no haya brújulas ni mapas que puedan ofrecer algo
diferente a la rutina, a la rutina de ser distintos en cada y tanto y otro y un
segundo, en las fronteras que se agitan como voces de alarma, alarma de
abandono, de cambio, de tropiezo, alarma de giro, de comienzo, de rutina,
alarma de ya no poder sostener la geometría, la química, la mecánica de esa
rutina de empezar de nuevo, esa rutina todopoderosa, todoescandalosa y
todoesclavizante de ya no existir sino de estar, de estar cambiando, de estar
embrionándonos y agonizándonos y retándonos a insistir, a ser insistidos, a
ceder a la insistencia de un camino que nunca cambiará, que no traerá
sorpresas, que ha hecho del cambio su costumbre, su plan, su firma y su
herramienta, que nos salpica con el fuego del caos de su cambio, que nos cambia
una y otra y tanta y cada vez, para que la rutina de empezar de nuevo jamás nos
queme con las cenizas del orden de lo igual, del desorden de lo mismo, de las
órdenes que aletean en la jaula de lo único.
© Sebastián Olaso
Tu poema es un vuelo que quiebra y se abre paso ante cualquier rutina. Bravo Sebastián! Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarMe gusta tu poema.
ResponderEliminarAbrazo.
Ana Romano.