Plegaria
del molinero
para
Antonio
Es sabido
que los duendes únicamente se aparecen a los niños
y para ser
más precisos
a los niños
que están dejando atrás la infancia
pues son
ellos quienes se la llevan consigo
secuestrada
como al
bebé del cuento de los Grimm,
nieto de un
molinero
e hijo de
un rey y de una molinera
celebérrima
por hilar muy áureas pajas
y muy
finas.
En el
cuento,
la reina
molinera e hilandera recupera al niño
al
descubrir, por boca de un lacayo,
y luego
pronunciar,
delante de
aquel duende,
el nombre
secreto que guardaba.
Concédeme,
oh Rey, a mí, que soy apenas tu lacayo,
poco menos
que un molinero de las palabras,
que un
hilador de los sonidos,
poder
develar y pronunciar el nombre de aquel duende
que se le
ha aparecido a mi hijo esta mañana
-un
rumpeltiltskin lugareño, la verdad sea dicha,
de ancho
sombrero alón y camijeta—;
poder
pronunciar su nombre, digo,
antes de
que se vaya allá, muy lejos,
llevándose
la infancia de mi niño
como se
llevaron otros duendes las de todos
el día en
que se nos aparecieron
y, sobre
todo,
se nos
d e
s a p
a r e
c i e
r o n
dejándonos
ahí mismo, parados,
en medio
del campo o de la calle o del patio,
convertidos
en lo que somos:
apenas unos
ex niños
unos pobres
adultos
unos
extraños que ya no creemos en los duendes.
© Gabriel Chávez Casazola
Potentísimo! Excelente! Alfredo Lemon
ResponderEliminarhermoso poema, Gabriel, música para leer!
ResponderEliminarUn poema que conmueve por su composición, su efecto sorpresa y los profundos sentidos que se abren con su lectura. Gabriel felicitaciones un maravilloso poema con sabor a pérdida y a ingenuidad y a libros infantiles amados y a tanto que tu poesía nos brinda.
ResponderEliminarGracias y un abrazo.
Maju Druille
Magnífico; hace tiempo no creemos en nada. Se ha perdido todo encanto.
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