En la punta de la mesa
estaba la silla de patas flacas
mi padre
se sentaba en esa silla
sostenía su frente con los pulgares
siempre cabizbajo
como si una nube de fantasmas
le hicieran ruido en la memoria
cuando
cuando llegaba de la fábrica
vestido de azul
esperaba que mi madre
le cebara un mate amargo
en esa mesa
en esa silla
lo abracé por última vez
y hoy
en esa punta
nadie se atreve
a ocupar
ese silencio.
© Claudia Molina
¿Todos los padres serán iguales?
ResponderEliminarEstremecedor. Plantea mucho. Gracias Claudia. Alfredo Lemon
ResponderEliminarLos objetos y las costumbres que permanecen, nos recuerdan a los que ya no están, los traen, los hacen volver a estar.
ResponderEliminarCariños
Juany Rojas
Bello poema que evoca un recuerdo acuñado.
ResponderEliminarAna Romano.
Gracias Gracias Gracias a cada uno por sus comentarios!! Los abrazo!!
ResponderEliminarClaudia