Terciopelo oscuro
Es extraño mi trato con los muertos.
Lloro a mares si noto que por la noche
van a pasar frío,
en particular si les
toca un nicho
que da al sur del cementerio:
me consta de esas
gélidas calles
de las geometrías de cal
para caminar entre éste y otros mundos
si las luciérnagas rondan
a los niños y a las
tumbas abiertas,
y se reflejan en la boca de los difuntos queridos
al fondo
de sus movimientos de bicho acuático
que duele mientras patalee las aguas
marrones,
y agite las músicas extrañas, y esos
retazos
de
luz entre las paredes venidas a menos.
Es extraño mi trato con los muertos:
van cambiando la anatomía de la ciudad,
volviendo inhabitables pulpas
o palabras
como quien ve el
rastro amarillo del día
apagarse bajo la puerta
y comprende, de pronto, la inutilidad de
las palabras
en la boca de un muerto
pase frío o hambre en las noches
donde siempre empieza a soplar
el viento del sur.
© Ariel Ovando
ResponderEliminarUn poema interesante, y esta conexión con la muerte y los muertos, ese arraigo que parece pertenencia de todos.
Lily Chavez
Fragmento de un poema de desgarradora belleza. Esto exactamente es lo que siento también ante este tema.
ResponderEliminarHermoso, doloroso, sentido rexto. Marcelo Valenti
ResponderEliminarMuchas gracias, amigos: creo que la principal motivación fue un hecho puntual de mi vida, el fallecimiento de mi abuela. Pero la muerte, sus rituales, y sus huellas en el mundo de los vivos está siempre presente.
ResponderEliminarAbrazo grande, de Ariel Ovando.