No extraño
ningún sueño:
añoro el
don exhausto.
Las
riendas, la legión,
esa palabra
repetida.
Recuerdo
claros viajes,
silencios
prontuariados
(y había
ciertas nubes
y puntos
suspensivos).
La anécdota
es la misma,
dios
jazzero:
maldigo tus
acordes.
Mendigo los
silencios
y las
noches,
esas que
habrán de volarme
algún día
hacia algún fuego.
© Daniel Rafalovich
Gracias siempre, Gus. Daniel
ResponderEliminarImpacto directo, esperando el fuego.gracias. Marta Comelli
ResponderEliminarLa anécdota es la misma, dios jazzero...hermoso poema, gracias, Daniel!
ResponderEliminarGran poema Daniel!! Cariños!!
ResponderEliminarMuy bueno Daniel!
ResponderEliminar"Mendigo los silencios y las noches. Bello poema Daniel.
ResponderEliminar¡Bellísimo, Daniel!
ResponderEliminar"...añoro el don exhausto"
Verónica M. Capellino Rando
¡Bellísimo, Daniel!
ResponderEliminar"...añoro el don exhausto"
Verónica M Capellino Rando
Excelente poema, Daniel. Me envolví en el jazz y esos silencios donde el pensamiento nos abraza.
ResponderEliminarAbrazos
Elisabet
Graçias, Daniel por la poesía, por la música...
ResponderEliminarSilencios prontuariados... !!
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