Abrían la puerta del avión y te tiraban al río
Caer
—¿Es el
azul lo que ves?
No sé por
qué ella pensaba que yo podía ver.
No sé por
qué le importaba saber
si era de
día o de noche.
Bajo mi
capucha oía ladridos tenues.
Era lo
único que conservaba
de mi perro
errante.
—¿Es el
azul lo que ves?
Yo quería
contestar,
pero el
silencio había aprendido
a ser el
carnicero de mi garganta.
—Mi mente
es hermosa.
Mi mente,
mi casa —me decía ella.
—Soy pared,
plato, colchón.
Soy todo lo
que está en mi celda nadie me ha tocado.
A veces su
ilusión
era un
verdugo encubierto.
—¿Es el
azul lo que ves?
No habría
más que una caída ingrávida.
© Blanca Lema
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