Un niño que
llora y es golpeado contra la pared. Un camión, lo ves siempre, que solo lleva
niños como reses o mirlos, un camión que se aleja por los caminos, que no son
caminos, hacia la noche blanca de la nieve. Sus rodadas están ahí dices, a
quién quiere preguntar. Las rodadas quedan siempre en un recodo del camino,
marcadas como el fuego de las camas estrechas, de la madera en tu piel de
vidrio.
© Luis Luna
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