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23/8/21

Poema de Teresa Gómez

 


AMANDO A BING CROSBY

 

Mi padre atesoraba viejos discos de pasta.

En uno de ellos, Beniamino  Gigli

le cantaba a su madre asegurándole

que nunca más la abandonaría.

En otro, Azucena Maizani o quizás Mercedes Simone,

con voz quebrada lanzaban

su DONDE ESTAS CORAZÓN…

Pero papá, merodeador de casas de remate,

un día volvió con ése entre las manos.

Y desde entonces, con prolija mesura

lo depositaba en la bandeja del lustroso combinado,

y la voz de Bing Crosby surgía

derramando velas rojas en el crepúsculo

de nuestras tardes los domingos.

 

De 78, de 33, de 45, un día

los discos de papá se fueron yendo

quien sabe hacia adonde…

Hay algo más triste

que desarmar una casa muerta?

Fragmentos se dispersan,

cuadros, muebles, libros y vinilos

parten con rumbo desconocido.

No pueden recuperarse,

se han mudado a una patria inaccesible.

Solo su perfume persiste

encerrado en el misterio de las neuronas,

se filtra como un gas tibio y adormecedor

y reivindica sin pausa su absoluta eternidad.

Desde allí, todavía escucho a Beniamino Gigli

y suena el estribillo de ese tango

que no sé cuál de las dos grabó.

Desde allí, la voz de Bing Crosby,

como una herencia sólo a mí destinada,

sigue derramando

la luz de sus velas rojas

en el crepúsculo de mis domingos perdidos.

 

© Teresa Gómez

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