En el
límite exacto de su cuerpo,
la mujer
pinta entera a otra mujer:
sobre el
rincón del codo, un nuevo codo;
en la piedra esmeralda del oído
una flor engastada en color verde;
en el hueco aterido de su pecho
en que entraron de golpe las palomas
y bebieron cenizas y reproches,
el corazón enfermo, desgastado
y su roja resina primordial;
en el vientre encendido en el desastre,
una mujer sentada en una cama
estrecha y diminuta de un hotel,
mientras lee una hoja que no entiende.
De sus orejas lindas, presumidas,
bajaron las libélulas azules,
de sus pies, los zapatos de tacón,
y está sentada, sola y sin consuelo
sobre una cama estrecha y diminuta
en que lee una hoja que no entiende.
Tal vez hable de flores y abandonos,
del pincel y su pelo arrebatado
que ulcera la anilina, la memoria
y borra con sus lágrimas las letras,
el óleo que se mezcla con la sal
y pierde los colores, la alegría.
En el límite exacto de su cuerpo,
sobre el perfil diluido, sin aceites
de adormidera o lino, sin barniz
que proteja su sexo del desaire
en el duele imposible de este amor,
la mujer pinta entera a otra mujer.
Las dos se sientan juntas y se abrazan.
a E. Hopper, por “Hotel room”
© María Ángeles Pérez López
Me encantó!
ResponderEliminarEstupendo. Con una descripción puntillosa y expansiva, el clima va in crescendo hasta la cúspide del último verso: "Las dos se sientan juntas y se abrazan". Muy bueno. Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarEsas dos que son una y a veces se reconocen.
ResponderEliminarBesosss
un placer leerte querida Maria Angeles cuantas bellas imagenes y profundidad Felicitaciones un cariño
ResponderEliminarExcelente.
ResponderEliminar¡Gracias por cada una de sus bellas y generosas palabras!
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